¿Cómo hubiera sido el diario personal de Guaman Poma?
Para este proyecto, se nos dio la libertad de crear algo personal e interpretativo, y yo elegí imaginar un diario escrito desde la perspectiva de Felipe Guamán Poma de Ayala, un cronista indígena del siglo XVI. A través de estas entradas, quise mostrar cómo la llegada de los españoles al Perú pudo sentirse en la vida cotidiana: al principio con curiosidad y esperanza, y luego con confusión, injusticia y dolor. Me inspiré en su obra El primer nueva corónica y buen gobierno para capturar su voz y su mirada hacia el cambio, la pérdida y la resistencia. Este diario busca dar vida a su historia desde un punto de vista más íntimo y humano, como si Guamán Poma nos hablara directamente desde su tiempo.
Junio 1545
No vi llegar a los españoles por primera vez, pero desde que tengo memoria ellos han estado aquí. Crecí viendo sus casas grandes, sus ropas brillantes y sus costumbres tan distintas a las nuestras. Hablan de un solo Dios y de un rey que vive muy lejos, en una tierra llamada España. Mi madre dice que antes todo era diferente, que el Inca gobernaba con justicia y que el pueblo vivía en paz. A veces escucho esas historias y trato de imaginar cómo era nuestro mundo antes de ellos. Aunque no los vi llegar, siento que su presencia cambió todo lo que conocíamos.
Febrero 1550
Han pasado algunos años y los españoles siguen construyendo casas y templos en nuestras tierras. Algunos comparten su pan y nos enseñan oraciones en su lengua. Me gusta escuchar sus historias del otro lado del mar, pero cada día veo cómo cambian nuestras costumbres. Ya no hacemos las mismas ceremonias, y muchos tienen miedo de hablar de nuestros dioses antiguos. Ellos dicen que quieren civilizarnos, pero yo pienso que no entienden que nosotros ya teníamos orden, sabiduría y fe antes de su llegada. A veces me pregunto si realmente nos ven como hermanos o como siervos.
Agosto 1560
Ya no es como antes. Los españoles mandan mucho y nos obligan a trabajar para ellos. Nuestros templos están cubiertos por sus iglesias, y nuestras fiestas son consideradas pecado. Dicen que todos somos hijos de Dios, pero solo ellos mandan y castigan. Algunos curas hablan de amor, pero otros usan la cruz como látigo. Las familias se separan para servir en distintos pueblos y los hombres más fuertes son enviados a las minas. Cuando miro el cielo por la noche, le pido al sol que no se olvide de nosotros.
Abril 1570
Hoy vino el corregidor con soldados. Pidieron tributo y llevaron parte de nuestras cosechas sin dejar casi nada para comer. Mi tío protestó y fue golpeado frente a todos. Los ancianos dicen que el equilibrio del mundo se ha roto, que los dioses están tristes y el tiempo ya no corre igual. Todo lo que era nuestro ahora tiene dueño extranjero. Yo intento recordar los tiempos del Inca, cuando el trabajo era para todos y nadie pasaba hambre. Empiezo a pensar que el Dios de los españoles no es el mismo que el nuestro.
Junio 1580
He visto mucho sufrimiento en estos años. Los hombres trabajan en las minas y las mujeres sirven en las casas de los amos. Muchos mueren cansados o enfermos, y los que sobreviven apenas pueden mantener a sus familias. Los frailes dicen que esta es la voluntad de Dios, pero yo no lo creo. ¿Cómo puede un Dios justo permitir tanto dolor? Escribo lo que veo para que el rey sepa la verdad y entienda nuestro sufrimiento. A veces pienso que mis palabras no llegarán lejos, pero igual las guardo en mi corazón, porque la memoria también es una forma de resistencia.
Mayo 1590
He conocido algunos españoles buenos que enseñan a leer a los niños y ayudan a los enfermos. Dicen que la palabra puede liberar, y eso me da esperanza. Pero la mayoría solo busca oro y poder. Escuché a un anciano decir: “El oro es su dios.” Tal vez el rey en España no sabe todo lo que ocurre aquí, porque si lo supiera, ¿cómo permitiría tanto abuso? Algunos de nosotros todavía soñamos con justicia, con un mundo donde podamos orar y trabajar sin miedo. Pero ese mundo parece cada vez más lejos.
Noviembre 1600
He viajado por muchas tierras del Perú. He visto pueblos destruidos, iglesias levantadas sobre los templos antiguos y familias que apenas recuerdan las lenguas de sus abuelos. Pero también he visto personas fuertes que no se rinden, que enseñan en secreto las viejas canciones y rezan a los apus bajo las estrellas. En cada lugar que visito, anoto historias, nombres y dibujos. Siento que si no los escribo, desaparecerán. Decido dedicar mi vida a contar la verdad de nuestro pueblo, para que el tiempo no borre lo que fuimos.
Marzo 1615
Hoy terminé mi gran libro: El primer nueva corónica y buen gobierno. Lo escribí para el rey Felipe III, con la esperanza de que escuche a los pueblos indígenas y haga justicia. En sus páginas he puesto palabras, oraciones y dibujos para mostrar nuestra historia y nuestro dolor. Tal vez nunca lea mis palabras, pero las dejo para el futuro. Es mi manera de hablar por los que no pueden. “Yo, Felipe Guamán Poma de Ayala, escribo por mi gente,” y aunque mi voz se pierda en el viento, creo que un día será escuchada.